martes, 28 de octubre de 2008

SOPA DE LETRAS

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“...coloque el contenido, en medio litro de agua y revuelva, hasta que rompa el primer hervor...”
Instrucciones para hacer una sopa instantánea marca “El Filósofo Feliz”.
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El Profesor Ovidio, bien sabe que a costa de sus especulaciones metafísicas, ninguno de sus alumnos, hallará las respuestas más apropiadas para vérselas cara a cara con la gigantesca esfinge de la realidad, aun cuando ésta haga preguntas estúpidas desde un televisor, se ponga la máscara de una no menos estúpida rubia y dé como premio al más afortunado de los estúpidos, un millón de dólares.
Por unos instantes, apartará alguno de los libros que lo circundan, desenchufará las voces de los clásicos, que desde el más allá le susurran enunciados y conclusiones, y bostezará pensando en la suerte y su misteriosa (y por ello no menos ominosa) relación con las proporciones anatómicas de los glúteos de cada participante.
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-Puro culo –dirá- algunos deberían hacer de su inodoro un altar.
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Resistirá la tentación de escribir una cartita, jugar un numerito, pero no de destapar una gaseosa para ver si debajo de una tapita se esconde ese cambio de vida tan anhelado.
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Él cumplirá con su horario, respetará el programa.
Y ninguna tapita le destapará el camino de gritos, papeles y amonestaciones.
Será correcto, memorizará.
Y no perderá el presentismo.
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Desconfiará del azar y de todo aquello que no pueda ser demostrado por medio de la razón y de vez en cuando, enarbolará pomposamente las verdades de fe y hasta se animará a apostar su sueldo, con tal de conseguir la atención de sus alumnos.
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-Intenten hallar una grieta en los razonamientos de Santo Tomás y...
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...y sus alumnos jamás lograrán sacarle un centavo.
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El Profesor Ovidio, sonreirá complacido, dejando una horda de adolescentes discutiendo casi convencidos de que Dios existe, al menos hasta el recreo siguiente, en donde el tema se centrará casi con exclusividad en las piernas de la Profesora de Geografía y los ojos del Licenciado en Historia.
El infierno –pensará- es un colegio atestado de adolescentes especializados en emanaciones gaseosas y urgencias sexuales.
La Esfinge, desde el televisor, continuará realizando preguntas estúpidas cuyas respuestas estúpidas, seguirán recibiendo premios increíbles.
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-El Paraíso -pensará- es un shopping center.
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La frivolidad se recompensa con electrodomésticos y la languidez estomacal se reconforta con una rica sopa de letras. Un sorbito, otro sorbito, de a poco, porque se puede quemar. Un pedacito de pan. La tapita de la gaseosa le dice gracias por participar, seguí consumiendo Foca Loca.
Y allá irá a parar la tapita, tras el muro de libros y papeles que cada día crece más y más. Como todos los años, cuando las proporciones de éstos cúmulos atentan contra su seguridad física y amenazan una avalancha, se terminan las clases, se desenchufa el televisor y otra bolsa llena va a ocupar un lugar en ese inefable cuartito del fondo, que parece no tener fondo. Pero, para el final del año falta mucho y la sopita está caliente y rica.
La Esfinge ya no hace preguntas, ahora canta, baila, se contorsiona satisfecha luego de hacer felices a miles de hogares argentinos. Al Profesor Ovidio, casi se le congela la sopa, cuando en un momento, la rubia se da vuelta y exhibe sus pezones con patrióticas escarapelas.
En el plato, las letras escriben azarosamente arethe, mamá, pedo, es hora de dormir. La pava hierve, así que ya puede preparar la bolsa de agua caliente.
El invierno le incomoda muchísimo, es una estación que se cuela bajo las sábanas y lo rasguña sin contemplaciones, lo que le recuerda (como todas las noches de todos los inviernos) que tendrá que comprar una estufita eléctrica, como esa que se ganó el rosarino por haber respondido acertadamente a las preguntas de la rubia con escarapelas en las tetas, que por lo visto, no parece padecer las bajas temperaturas.
Así, entre escalofríos y frazadas rebeldes, caerá en un letargo parecido al sueño, pero que de ninguna manera será un sueño...
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Para el Profesor Ovidio, la mañana no la describe Grieg en Peer Gynt. Lo hace un periodista mesiánico desde una radio histérica donde sus opiniones son más importantes que las noticias.
La sangre se derrama en el desayuno entre las tostadas y la mermelada de naranjas, mientras La esfinge, todavía duerme con sus escarapelas y los paros, los disparos y disparates, se mezclan con las últimas reflexiones para las primeras clases del día.
La mañana. Las clases. Las noticias. Los concursos. Los Seres Necesarios. Los Seres Contingentes. Dios duerme en algún microchip, mientras el Diablo juega a la ruleta rusa en la Bolsa de Valores.
¡Qué lejos se encuentra el Profesor Ovidio, de dominar los verdaderos ejes del bien y del mal!
En esa telaraña que el llama búsqueda del conocimiento, se vuelve un insecto a la espera de ese gran bicho con ojos y bocas de adolescentes que otros denominan El Alumnado.
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-Yo cumplo con mi trabajo –pensará- y repartirá arrugados papelitos con situaciones problemáticas que los alumnos deberán resolver en cuarenta minutos y que (según sus informes) han sido sacadas de la realidad acuciante para que los educandos...
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Oíd mortales, el griiito sagraaaado,
libertad, libertad, libertaaaaaad.
Oíd el ruido de roootas cadeeeenas...
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¡Qué cadenas!
Telarañas...
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Los chicos. El acto. El recreo. El Profesor Ovidio piensa en la mañana siguiente como en la anterior y en las próximas de los años venideros, sucesivas conmemoraciones patrias se acumulan, lo asfixian junto a las libretas, las fotocopias, el sueldito y los chicles en el escritorio del aula. Se siente mal, el invierno le sienta mal, la sopa de letras le sienta mal.
La Esfinge patriota, canta desde el televisor con un gorro frigio algo ladeado, las escarapelas y una licuadora en la mano derecha.
Por primera vez, el Profesor siente la necesidad de beber algo que no sea, la bebida que da vida y recuerda que hay una botella del sabor del encuentro en algún rincón de la heladera. Destapa el envase, se sirve un vaso, otro vaso, otro vaso.
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-Verdades de fe -se le escapa- escarapelas.
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Repara en la tapita, que rodando ha ido a parar a la otra punta de la mesa, por rutina la observa y queda inmóvil: te ganaste una vida nueva profe (esta promoción vence en mayo)...
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Oh juremos con gloria morir,
Oh juremos con gloria moriiiir.
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-Y para continuar la celebración de este 9 de julio, invitamos al Profesor Ovidio para que haga uso de la palabra.
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?-11-1997
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viernes, 17 de octubre de 2008

VENTANAS

¿Alguien vigila?

¿Alguien sobrevive?

¿Alguien sueña?

¿Alguien espía?

¿Alguien trabaja?



¿Alguien recuerda?

sábado, 11 de octubre de 2008

WENDY

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“One day when she was two years old she was playing in a garden, and she plucked another flower and ran with it to her mother. I suppose she must have looked rather delightful, for Mrs. Darling put her hand to her heart and cried, "Oh, why can't you remain like this for ever!"[1]
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JAMES M. BARRIE,
Peter Pan.


Por años, dejó las ventanas de la planta alta entreabiertas. Por años, repitió las mismas historias…
Reunidos a su alrededor, los niños esperaban las palabras, como el polvo mágico de las hadas, esparcido sobre el silencio de las noches invernales. Sentados, con los ojos cerrados, podían sentir entre la alfombra y los tablones de roble, unos milímetros de vacío, una breve sensación de ingravidez ante la sola mención del nombre admirado.
Resultaba fácil reírse así de las manzanas caídas del pobre señor Newton, o disolver la envidia diurna hacia el vuelo de los pájaros, al menos hasta que el crepitar de los leños los hiciera aterrizar de golpe o el sueño los venciera definitivamente y se los llevara en andas hasta el cálido plumón de los acolchados.
La noche, entonces, se deshabitaba de piratas, sirenas y niños perdidos e inauguraba una azul impavidez apenas acotada, de tanto en tanto, con las luces reflejadas caprichosamente por el espejo de la luna.
Ella se mantenía en vela un par de horas más, agregándole a las interminables bufandas, una nueva línea de color con la que seguramente le tacharía el frío al invierno.
A veces, se dormía en el mismo sillón donde hacía un par de horas, tejía y destejía los relatos a bordo del Jolly Roger[2], otras el insomnio la mantenía a raya, con su espada de recuerdos.
En noches desapacibles, prefería irse hasta la cocina y preparar una infusión de hierbas silvestres que luego bebía lentamente, mientras con sus ojos, vigilaba las sombras traviesas proyectadas sobre los muros. Más tarde visitaba los cuartos infantiles, controlando posibles fiebres florecidas en la madrugada, sueños intranquilos, piecitos desamparados del abrigo de las frazadas, así hasta que el cansancio finalmente se dignaba a recostarla en la oscuridad reconfortante de su dormitorio.
Pero últimamente, aún con la casa solitaria, las vigilias nocturnas se volvieron una rutina inquietante que ni siquiera la labor de las agujas y la lana, pudieron sujetar con puntos delicados al tiempo transcurrido en vano.
El pasado le exigía atención, la obligaba a ponerse más expectante con la cercanía de la primavera, y las ventanas que desde hacía mucho tiempo atrás permanecían entreabiertas para satisfacer la infantil fantasía de una visita inesperada, atraparon gran parte de su dedicación nocturna.
Orientó su obeso sillón, para tener una mejor percepción de los vidrios cubiertos con visillos y a pesar de las frías ráfagas que por ellos se colaban, se acurrucaba en una manta y esperaba pacientemente hasta que el sol cambiaba de lugar las sombras de su cuarto de labores.
En algún momento de la noche, su mente recuperó la infancia perdida, las aventuras compartidas con sus hermanos, la voz angustiada de sus padres, las mismas escenas que junto al fuego recreaba fantasiosa, para el regocijo de sus cuatro nietos.
La primavera llegaría con la medianoche….
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Wendy, abrió nuevamente la ventana para recibir a su amigo legendario. No recordaba muy bien cómo era la técnica del vuelo, pero seguramente sería como uno de esos juegos que una vez aprendidos jamás se olvidan.
Se acercó al alfeizar, miró la luz reflejada por la luna, abandonó sus delicadas zapatillas de piel rosada sobre el piso de roble y ayudada por una silla, se subió al mármol aún helado de la ventana. Volvió a buscar la cómplice travesura de las sombras en los muros. No la encontró. Sin embargo, confiada porque seguramente Peter estaría allí para atraparla en el aire, abrió los brazos como las alas de una mariposa y feliz, como no lo era desde niña, saltó al vacío.

08-10-2005
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[1] Un día, cuando tenía dos años, estaba jugando en un jardín, arrancó una flor más y corrió hasta su madre con ella. Supongo que debía estar encantadora, ya que la señora Darling se llevó la mano al corazón y exclamó:
-¡Oh, por qué no podrás quedarte así para siempre!
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[2] Barco del Capitán Garfio.
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martes, 7 de octubre de 2008

CIRCO

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Los baldíos se estremecen…
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De las acrobacias,
un arabesco en la trama del aire…
(el retoño de una enredadera).
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De los malabares,
un aéreo chisporroteo nocturno…
(el fuego de las luciérnagas).
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De los caballos,
un piafar del viento norteño…
(el brinco de algunas semillas).
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En torno al círculo de aserrín,
que la gran carpa dejara,
el follaje de los árboles aplaude,
la efímera algarabía de la vida…
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....................................................26-10-2006
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viernes, 3 de octubre de 2008

IMPLOSIÓN

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“Deberían ellos pensar que la belleza de una ciudad
no consiste sólo en la magnificencia de sus edificios
sino en la grandeza que representan.”
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EZEQUIEL MARTÍNEZ ESTRADA,
La Cabeza de Goliat (1940)
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“Hace tanto tiempo que llevo esperando que ya casi no recuerdo cuando fue la última vez que el jardín se llenó de voces y música. Eran otros tiempos, la gente se reunía por cualquier pretexto para descorchar una botella y hacer chocar las copas llenas de estrellas.
Todavía recuerdo cuando aún siendo muy joven en aquel verano, se estacionó ese automóvil oscuro y brillante como un contrabajo y descendieron con sus valijas. Sonrieron al verme y en sus pupilas reconocí que estaban a gusto conmigo, es que el día estaba recién inventado y todo olía a pájaros, a menta y a murmullo de arroyo serrano.
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Dejaron sus pertenencias y en un par de horas, luego de desayunar, se pusieron a organizar la fiesta. Había que invitar a los Arca Golis y a los Burgos Ascenso, había que revisar el registro de huéspedes del Gran Hotel para ver quiénes andaban por ahí y así poder enviar las invitaciones correspondientes. Se decidió sacar de la lista a la familia del Bebe, porque después de su muerte ya casi nadie quería tener contacto con ellos, no fuera que la enfermedad todavía rondara por esa casa, que según decían aun conservaba el eco de su tos.
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Aquella fiesta fue una de las mejores. Los colores de los platos, delicadamente dispuestos sobre un mantel impecable como la luna llena, los faroles encendidos del jardín, los músicos que desde un rincón y sin descanso descifraban los misterios sonoros de cada una de las partituras, la gente conversando en pequeños grupos distribuidos aquí y allá mientras otros bailaban, así hasta la madrugada cerca de la hora en que hacia el llano, el negro del cielo se volvía azulado y el sol comenzaba a presentirse.
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Hubo otros veranos, otras celebraciones, pero ninguna como aquella.
También recuerdo algunos otoños. Julios de matinal y silenciosa escarcha, de siestas cálidas y tranquilas, propicias para que los vecinos pintaran sus casas, septiembres rebeldes que inauguraron alguna primavera con una nevada sobre las primeras flores, noviembres de copas lustrosas y aires de jazmines y madreselvas. Maravillosos domingos de diciembre, escuchando el trote de los caballos en la calle, los niños riendo y atándolos en el árbol de la esquina para hacer un alto en casa de Delia, comer unas galletas de naranja, beber un vaso de leche fresca y luego perderse con rumbo a los cerros…
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¿Y las tormentas de verano? Eléctricas, sinfónicas, espléndidas… lacrimosas, un rayo derribó aquel árbol años más tarde cuando los niños, ya convertidos en hombres y repartidos en las avenidas de la capital perdieron la risa, olvidaron el sabor de las galletas, extraviaron el nombre de sus caballos…
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Así llegaron las primeras grietas y el silencio. Años de soledad que instalaron en los rincones los encajes de las arañas y en el jardín la rusticidad de la maleza.
Pero no importa porque desde esta esquina, el cielo continúa pintándose al oeste, prometiendo con cada crepúsculo nuevas esperanzas, sí nuevas voces y ojos, nuevas manos y brazos dispuestos a encontrarme.
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Entiendo, el tiempo no ha sido demasiado generoso conmigo, pero creo que me ha impregnado de una majestad digna de alguno de esos vinos que desde Francia se traían para ser servidos en los salones del Gran Hotel, un medoc, tal vez, como el que se sirvió en la recepción al Presidente. Recuerdo que por aquí fue tan comentada la cena ofrecida que es como si la hubiera presenciado, decían que la comitiva se estacionó al frente de las escalinatas del rosedal y que los trajes de los hombres y los sombreros competían con el azabache del cielo nocturno; que se sirvió, voul' au' vent, pato con trufas, foie grass, creme brulée; que un cuarteto de cuerdas amenizó la velada y que una cantante lírica interpretó arias famosas…
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Ahora, las galerías están abandonadas, los cristales astillados, los balaustres desportillados y los rosedales llenos de otras espinas. El Gran Hotel ya no es lo que era, y casi todos los que por entonces le daban vida cada temporada han muerto, hasta aquel Presidente…
Me emociono… la soledad se confabula para que continúe viviendo de los recuerdos como la última dama que en esta cuadra se resiste a aceptar que ya nada volverá a ser como antes, que aquel esplendor ha sido eclipsado por el olvido. Quizás deba dejarme morir, tengo demasiados años. Pero es que cada amanecer me lo impide, son los pájaros, los mismos pájaros, choznos de aquellos que me vieron nacer en esta misma esquina que renuevan mi fe en el futuro, porque sé que algún alma sensible se acordará de mí, vendrá a mi encuentro para rescatarme de la decadencia…
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Esta mañana amaneció lloviznando, alguien se atrevió con la aldaba de la puerta y silabeó mi nombre: Al-ber-ti-na, escrito en el dintel. Mi corazón se sobresaltó al oírlo, de pronto el jardín se llenó de gente…”
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Noticia publicada en el número más reciente del periódico local El Eco de las Sierras:
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Implosión
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Hemos asistido a un prodigio técnico sin antecedentes en la ciudad, un ensayo que la semana próxima permitirá resolver el estado ruinoso del Gran Hotel.
La vetusta Villa Albertina de la esquina de Progreso y Libertad fue derribada ayer por un equipo de expertos en explosivos que aplicó la técnica de detonación controlada. Luego de una semana de preparativos que calcularon la ubicación exacta de las cargas, la casona edificada en los finales del siglo XIX dentro de la corriente estilística denominada pintoresquismo, fue demolida en cuestión de segundos. Las cubiertas de acusadas pendientes en chapa de zinc acanalada, con cenefas de madera y crestería de hierro fundido, pronto fueron un monte de escombros en medio de una nube de polvo que fue celebrada con los aplausos del público presente.
3-11-2003
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jueves, 2 de octubre de 2008

HAIKU

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Los pescadores
pliegan sus redes rotas,
el mar reanuda…
....................................29-01-2006

miércoles, 1 de octubre de 2008

MISIVA

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Retomar,
una ceremonia de claroscuros, un ritual de caricias y miradas.
Buscar,
un horizonte de latidos en el pecho, expandido por el asombro.
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Nuestros caminos, bifurcados más de una vez, se han entrecruzado otras tantas, quién sabe por qué. Nunca me fui, nunca te fuiste.
El tiempo esa confabulación estúpida de engranajes y estaciones, extravió una respuesta anhelada diez años atrás, mientras tanto yo anduve remontando barriletes, conquistando islas, cazando impalpables fantasmas.
Pero, ¿quién puede atribuirse demasiada tangibilidad?
Entre las sombras, solo he capturado espectros. El amor es un insondable laberinto de gestos, palabras y esperanzas, del que no se puede entrar ni salir sin la cuerda dorada de la complicidad.
Pero, ¿quién puede creerse poseedor de dicho lazo?
Mas vale refugiarse en la prudencia del silencio que aventurar un simulacro de luminosas convicciones...
De aquí en más, podré transparentar mis cansancios y victorias, podré desnudar mi piel y mis temores, podré renunciar a mi inventario de callejones y anónimas madrugadas, pero nunca abandonaré el intento por alcanzar el océano, criando alas y escamas.
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Y allí estarás...