domingo, 11 de noviembre de 2012

ORGULLO

 
Hace exactamente un año, la ominosa repetición del número uno aplazaba mi vitalidad en la misma plaza que meses atrás yo me encargaba de aplazar. Solo y sentado en la dureza hormigonada de un banco, marqué con lágrimas de incomprensión, el pórfido que la porfía de un señor gordo impuso en sus mapas de perfidia patrimonial.

Esa plaza esterilizada, se reía de mi sangre alienada, de las cenizas venenosas de un poeta muerto que guardé por meses en el fondo del placar sin que nadie entendiera exactamente, la sombría proyección geométrica de mi dolor.

Una tarde decidí liberarlo en las aguas del tajamar y necesité otras más para incendiar el pasado abigarrado de engaños, pero enredado en la belleza de lo circadiano, de los anillos anti horarios, de la imprudencia de los frutales y las letanías eólicas de agosto…
 
Dejé de temer y el abrazo de otro sobreviviente, me hizo recordar que todavía me quedan latidos para compartir y marchar entre banderas y consignas, con una rosa roja en el pecho, por una avenida abierta al futuro. 


Mis paisajes afectivos regresarán a dormitar en sus álbumes de fotos, postales y cartas antiguas, en mis juguetes oxidados, entre las páginas carcomidas de los libros que me hicieron viajar en el tiempo y el espacio, aguardando otros destinos para que mi destino, finalmente se resuelva y emprenda una partida, un trasplante, un injerto en este cósmico devenir.

Preciso desprenderme del frágil monólogo de la caligrafía ajena, de un urbano escenario que ha sucumbido por el olvido, mientras mi otro yo me acompaña en la incertidumbre, escribiendo el argumento existencial para lo que vendrá…