sábado, 28 de agosto de 2010

ONIRIA

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Mi estimado alquimista:
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Le estoy escribiendo desde Oniria, la legendaria ciudad de los acantilados, que como usted sabrá sólo puede ser visitada a través de un profundo sueño.
Al encomendarme la delicada tarea de hallar una fórmula para conquistar el aire y el agua, pasé días y noches exhumando viejos códices y olvidados manuales para encontrar alguna pista que me guiara hasta el maravilloso hechizo. Todo hubiera sido inútil de no haber deambulado otra vez por el mercado de Ordobia, buscando entre pergaminos carcomidos, un mendigo me susurró el nombre de la ciudad.
No le diré lo que me costó lograr la pócima que me mantuviera en el estado indicado, ya tendremos tiempo de hablar sobre la correcta manera de mezclar las hierbas y sales apropiadas.
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Oniria se levanta o mejor dicho, se encalla al borde del océano., ua serie de terrazas va conquistando las alturas mientras numerosas plataformas se sumergen en el oleaje. La helicoide de maderos, cristales y tensores metálicos, extiende sus cuernos de bronce al cielo perdiéndose entre las nubes,y hundiéndose en las aguas con movimientos ondulantes de algas y sirenas. Arriba es todo veleta, banderas y pendones, abajo hélice, burbujas y anclas.
Entre la arbórea estructura de la ciudad, he podido alcanzar los barrios más elevados y comprobar que sus habitantes se parecen a pájaros. en las profundidades del océano, su gente recuerda a los peces. Sin embargo una inquietud mantiene en vilo a la ciudad, la de los hombres pájaros que anhelan conocer el lejano mundo submarino y la de los tritones que ambicionan entender las nubes...
Como verá, aun en Oniria se hace difícil hallar un acuerdo entre plumas y escamas, no obstante mientras desde la costa escribo esto, una multitud de peces voladores saluda al sol, que se recuesta sobre las olas...
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Seguiremos en contacto onírico.
Anarquius.
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