martes, 7 de julio de 2009

RASTREO

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Mis pies, han conocido la generosidad de la distancia, me han sido fieles a la hora de improvisar los mapas de la prisa, del descanso y del regreso; han sabido rodear obstáculos, atravesar ríos y detenerse ante los abismos e incógnitas sin darle tregua al asombro.
En mi peregrinar he descifrado las huellas del suicidio en los peldaños y la penitencia de Sísifo en las rampas. Calles y callejones desenredaron para mí su ovillo de fragancias, su ajedrez de personas y edificios aún cuando mi marcha, fuera atrapada por los laberintos de la memoria.
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Andando he descubierto lugares donde la geometría de la súplica, el esqueleto del diálogo, el pentagrama del comercio, bastan para la reconstrucción escenográfica de la mística, la dialéctica y el intercambio. Pero los batidores que sostienen dichas relaciones, los escaparates que me vendieron aquello que no eran, también me enseñaron que algunas veces, máscaras y rostros, se superponen inversamente, se estratifican y recuperan el contenido detrás de los gestos primitivos, como un portal abierto a las decisiones de ser aquí y ahora, o ser allá y en breve.
He sido, soy y seré adentro y afuera, atrás y adelante, un humilde rastreador de secretos, intentando hallar la puerta de las puertas que module los tiempos de entrada y salida. Esa puerta que por arriba o por abajo convoque un puerto, que es el portal de portales, el filtro de todo temor y sorpresa; la alternativa para el acceso y la repulsión, el mercado de mercados.
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Quizás, mi geografía de vivencias, mi historiografía de percepciones ocultan una aleatoria condición de actor y espectador, asistiendo he protagonizado, interpretando he aplaudido aquellos ritos que celebran la vida de un pueblo: la impaciencia de las escobas, los secretos del recetario, la mitología de la siesta.
El pueblo es un rosario de ojos, desgranándose tras las persianas, una alacena de sabores experimentados y ordenados, un festín para el claroscuro y el silencio, pero es también el beso nocturno que se transforma en culpa cuando se desliza sobre un confesionario, es el rozar de sábanas y azahares en la aparente suspensión de los pudores y arrebatos.
Ciudades, aldeas y pueblos, han desnudado sus altares, sus encierros y libertades, me han señalado sus puertas y ojos como bocas y ventanas; me han mostrado sus ferias y miserias, como la arena de un circo en donde lo aparente se vuelve real y lo tangible absurdo y trágico.La apretada espiral de mis recuerdos se aferra a uno de estos escenarios con una cuidada métrica de olores y colores, con la sombra proyectada por una hilera de zanahorias, con la poética interioridad del pimiento, con las nervaduras de la acelga.
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Evoco la piramidal distribución de sabores que tienden líneas zigzagueantes hasta los aguijoneados sentidos del caminante, la escamada hazaña del pescado y el sacrificio de la carne, la remota textura naval de las nueces.
Al reconstruir estos lugares, el aire se vuelve cómplice, no solo por transportar los perfumes del pasado, sino por ser el soporte de innumerables andariveles sonoros que enriquecen la evocación. Prolonga las agudas notas como sombras invernales, transforma las construcciones en instrumentos.
El aire se alimenta de silbidos y gorjeos, de ruedas y caños detonantes, de marchas y taconeos. Improvisa arpegios en las redes electrificadas, ensaya escalas al desmoronarse por una cortina de perlas transparentes. Los gremios, lo acompañan con sus estribillos desde los andamios, bajo los cajones de fruta, tras los diarios de la mañana.
Cada objeto, cada edificio, ejecuta su partitura ante un público sumergido en el silencio de sus pensamientos, ignorando que el tortuoso contorno de las chimeneas, las torres y cúpulas han sido previamente afinadas por el viento del sur.Sé que estas modestas revelaciones, nada tienen que ver con lámparas y genios, mucho menos con alquimistas, hechiceros o dragones y aunque la realidad insista en solidificarse, olvidando que lo mágico está más cerca de su esencia que de sus sueños, continuaré escarbando en el tiempo, hasta que algún mercader se interese en mis secretos o hasta que algún espíritu desahuciado también repare en el amargo eco de lo dulce, en las manos y ojos que se disputan el género y la calabaza, la silla desvencijada que devendrá en trono y la sopera en maceta...
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…porque mi voluntad siempre estará cerca de aquellos que permitan la oscuridad y el silencio, el sopor y el vértigo, aunque estos se inscriban en multicolores titulares de papel, para que el rastro de un aroma, la madurez de una hortaliza y hasta la melancolía de un canario, sirvan para justificar cada calle, santificar cada esquina y convertir las terrazas en los verdaderos pedestales del crepúsculo y la aurora.
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Agosto de 1995
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Relato escrito para la Guía de trabajos Prácticos Número 6 de la Cátedra de Comunicaciones III de la Facultad de Arquitectura Urbanismo y Diseño de la Universidad Nacional de Córdoba.
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6 comentarios:

gianna dijo...

lo que escribistes que esta lleno de imagenes sensoriales y metaforas es hermoso, me gusto mucho y me hace bien verlo en un blog asi directo a nosotros, es un regalo a los que te seguimos

Walterio dijo...

Gianna: Muchas gracias! ayer mientras ordenaba viejos papeles, apareció esta copia amarillenta. En mis tiempos de facultad y siendo ayudante alumno, me pidieron que redactara un texto que estimulara la interpretación sensorial del Mercado Norte de Córdoba. Se aprovechó para un ejercicio de puesta en valor del paisaje urbano de esa zona.

gianna dijo...

y las fotos, son tuyas o las sacastes de internet?

Walterio dijo...

Todas las fotos del blog son mías, salvo aquellas que tengan un crédito.

nella dijo...

Una exquisitez!

Walterio dijo...

Nélida: Las verduras estaban frescas y ricas.