miércoles, 10 de noviembre de 2010

IMAGINANTES

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Regresé de la escuela con la certeza de haber detectado la lenta extinción de la imaginación.
Desde que adapté un viejo ejercicio de mis épocas de estudiante universitario, he visto cómo con el paso de los años el entusiasmo por resolver un problema de diseño en el plano fantástico ha decrecido. 
De los primeros y creativos dibujos con delirantes explicaciones de cómo podría ser un baño para un huevo, una cocina para una pelota de basquet, un gimnasio para un trompo hasta el  reciente vehículo para sacar a pasear a la Srta Eggelina (otro huevo), los resultados han ido perdiendo originalidad y frescura.
Recordé que en mis comienzos en la docencia, un alumno me detuvo en la puerta del aula para pedirme que por favor, ese día no los hiciera imaginar.  Sentí un escalofrío premonitorio.
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¿Qué nos queda si ya no importa qué espacio ocupen los sueños?
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¿Qué nos queda si el utilitarismo también se emancipa de la imaginacíon?
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¿Quién se atreverá a imaginar las respuestas para un futuro de preguntas?















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