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Al abrir los ojos, pudo comprobar que sobre el cielorraso se proyectaban las mismas sombras de siempre y que desde la mesa de luz, un reloj amenazaba con hacer sonar la alarma, mientras una novela, con unos cuantos capítulos por leer, guardaba un precario equilibrio en el borde.
Pensó que aquellos elementos, pautaban a su modo, diferentes límites de tiempo y espacio, sin que el desarrollo del argumento, la distorsión de los claroscuros y el ritmo implacable de las manecillas, interrumpieran por un día, su rutina.
Desactivó el despertador, tomó el libro y decidió archivarlo en un estante junto a su cada vez más frondosa colección de textos de lectura inconclusa. Abrió las persianas y la luz de la mañana desnudó las paredes de la habitación. Las sombras se replegaron en los zócalos o se refugiaron bajo los muebles; el reloj continuó trazando círculos desde la mesita.
Se dirigió al cuarto de baño, instantáneamente notó que sus acciones se correspondían con las del antihéroe de la novela. Como a él, la rutina lo envolvía con olor a lavandina; un suplicio.
Bajo la ducha, las gotas de agua fueron despertando los últimos pliegues de su cuerpo. La líquida frialdad, le tensó los músculos. Apoyó las manos sobre los azulejos, agachó la cabeza y dejó que el flujo se escapara por su espalda, luego giró hasta enfrentar la lluvia. El agua le golpeó los párpados, trazó algunas parábolas en su pecho y finalmente se estrelló contra el piso...
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El reloj sonó histéricamente, se incorporó en la cama. El día comenzaba a dibujar líneas de luz sobre los muros. Al levantarse, tiró al piso la novela, no recordaba en qué página la había dejado. Las últimas líneas de aquel capítulo, describían minuciosamente el aseo de su protagonista. Aunque su estilo y temática fueran simples, no conseguía progresar en su lectura, no obstante cada noche volvía a insistir con el mismo párrafo hasta quedarse profundamente dormido. Había en esa perseverancia, algo que lo fastidiaba tanto como aquellas metáforas sobre la rutina, que le parecieron muy burdas.
Levantó el libro del suelo, lo colocó en el estante dedicado a los textos descartados y se dirigió al baño.
Mientras se desnudaba, pensó en la serie de actividades previstas para el día, si bien no diferían demasiado de las que realizaba cotidianamente, era parte de un ritual que le permitía mantener la mente ocupada, a la vez que atendía los tediosos menesteres de la mañana.
Abrió la canilla del lavabo, se aplicó espuma de afeitar. Mientras enjuagaba la brocha, no pudo dejar de recordar la detallada descripción de la ducha del personaje, un recurso trivial para dilatar la acción y así poder especular sobre la relatividad. Sonrió y tiró del tapón de la pileta, un pequeño remolino se coló por el desagüe
Abrió la canilla del lavabo, se aplicó espuma de afeitar. Mientras enjuagaba la brocha, no pudo dejar de recordar la detallada descripción de la ducha del personaje, un recurso trivial para dilatar la acción y así poder especular sobre la relatividad. Sonrió y tiró del tapón de la pileta, un pequeño remolino se coló por el desagüe
El agua caliente de la ducha lo relajó, con el jabón fue trazando un itinerario de arcos y curvas sobre la piel brillante. Brazos, muslos y tórax, se fueron cubriendo de huellas burbujeantes. En medio del vapor, una agradable sensación lo fue embargando...
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Con la pierna izquierda, empujó algo que cayó de la cama estrepitosamente. Despertó de un salto, se había olvidado de darle cuerda al reloj y estaba retrasado una hora, lo supo porque las sombras de los árboles que se filtraban por las persianas entreabiertas, sobrepasaban los límites del respaldo de la cama.
Medio desnudo, descubrió el libro en el suelo, lo recogió pensando que el sueño lo derrotaba siempre en el mismo capítulo. Prolijamente ubicó el volumen en el estante destinado a los best sellers que orgullosamente coleccionaba y se precipitó con urgencia al cuarto de baño.
Se miró en el espejo, su barba apenas era una sombra que resistía un día más sin afeitar, lo que le ahorraría el tiempo que el autor de la novela invirtiera en desarrollar la escena donde el protagonista, brocha en mano, evoca al personaje de un mal libro que nunca terminará de leer.
Bostezó y abrió el grifo, no tenía tiempo que perder, se daría una rápida ducha, como para quitarse la modorra y el sudor nocturno. El chorro de agua lo estremeció de golpe, de una repisa tomó un envase de plástico y vertió parte del contenido en sus cabellos. Con la misma espuma que le cubría la cabeza y le dibujaba sinuosas líneas blancas en la espalda, se friccionó sin mucha contemplación, el resto del cuerpo. Un poco de champú se le metió en un ojo y desesperado manoteó, buscando un toallón que había olvidado en el dormitorio...
Se miró en el espejo, su barba apenas era una sombra que resistía un día más sin afeitar, lo que le ahorraría el tiempo que el autor de la novela invirtiera en desarrollar la escena donde el protagonista, brocha en mano, evoca al personaje de un mal libro que nunca terminará de leer.
Bostezó y abrió el grifo, no tenía tiempo que perder, se daría una rápida ducha, como para quitarse la modorra y el sudor nocturno. El chorro de agua lo estremeció de golpe, de una repisa tomó un envase de plástico y vertió parte del contenido en sus cabellos. Con la misma espuma que le cubría la cabeza y le dibujaba sinuosas líneas blancas en la espalda, se friccionó sin mucha contemplación, el resto del cuerpo. Un poco de champú se le metió en un ojo y desesperado manoteó, buscando un toallón que había olvidado en el dormitorio...
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Recuerdo haber dejado el libro sobre la mesa de luz, señalando el insuperable capítulo en el que un tipo, se queda dormido y entra apurado al baño para darse una ducha, tras haber despertado por la caída de una novela donde el protagonista, mientras se afeita, piensa en el personaje de la historia que había renunciado a leer.
A la mañana siguiente, el resplandor del sol, me sacó del sueño al mismo tiempo que la alarma del maldito reloj; después el despertador y el libro volaron por la ventana. Me di vuelta en la cama y me tapé la cabeza con un almohadón, no tenía la más puta intención de bañarme, seguro que además habían cortado el agua.
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02-11-1998
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6 comentarios:
Sencillamente, ME ENCANTO!!!!!!!!!!!! besos
Gaby: ¡Qué bueno! No estaba muy convencido de ponerlo por aquí. Hace unos años atrás me lo eligieron para una antología que publicó el CPC de Villa del Libertador.
Me parecio excelente realmente.. te felicito!!!! un beso
alguna vez viste un cuadro de escher? me dio la misma impresión.
Muy bueno walt.
Abrazo!
Ocideref: ¿Y sabés que "Tribar" el cuento en el que aparece Annia, tiene que ver con la obra de Escher? Muchos cuadros suyos están basados en esa figura geométrica imposible.
Capaz que esté generando más expectativas de las que ese cuento se merece y solo publiqué algunos párrafos para rescatar la atmósfera abarrotada de objetos que producen las mudanzas.
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