domingo, 22 de noviembre de 2009

MURALLONES

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La luz se repliega en las sombras de los mechinales y pilastras barrocas del patio de honor jesuítico; reverbera por el agua y el follaje sobre las piedras del tajamar; enciende los ladrillos y exalta angulosos aleros en la estación de trenes; glorifica los restaurados ornamentos de altas fachadas, ondula la textura de las tejas, se escalona racional entre los volúmenes de contemporáneas construcciones…
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El paisaje urbano de Alta Gracia, se convierte en un vasto coto para el cazador de imágenes, una oportunidad única para descubrir itinerarios que lo lleven a diferentes momentos históricos: el legado jesuítico, la impronta inglesa, la huella inmigrante, el gesto nacionalista, la cita moderna. Sin embargo, todo el asombro que estos muros en su elegancia y elocuencia despiertan, se ve eclipsado por la aparición de otros muros edificados sobre los cimientos del temor, el individualismo y la arrogancia.
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La luz se desmaya sobre insípidos murallones que ocultan jardines y edificios singulares como el antiguo hotel Londres/Oberá, en un fenómeno que podría asimilarse a la necesidad de poner límite a la hostilidad del entorno, constituido por una comunidad que cada vez se conoce menos.
En las viviendas, la seguridad perdió su libertad tras los bloques de cemento y la intimidad llevada al paroxismo expulsó las miradas a la calle, aislando al grupo humano que albergan, de la sociedad a la que pertenecen.
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Pero el paisaje urbano, es un bien público, una construcción social que hace de la ciudad un espejo en donde se reconocen los caracteres que identifican a sus habitantes, es por este motivo el mayor recurso turístico de Alta Gracia y como tal debe preservarse. La profusión de estas insensibles intervenciones lejos de satisfacer la necesidad particular de seguridad e intimidad, solo contribuye a la degradación visual del patrimonio arquitectónico y a la inseguridad en la calle, que desprovista de la amable mirada del vecino, se convierte en tierra de nadie.
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Escrito para la edición 205 de Sumario,
8 de febrero de 2005.
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