viernes, 7 de diciembre de 2018
ROSAS
martes, 5 de julio de 2011
CELDA
...Al principio, uno abre los ojos sabiendo que no verá demasiado, que la soledad seguirá instalada entre la penumbra y el silencio, que el tiempo ha quedado reducido a un ciclo de latidos, respiración y sueño. El olfato se ha fatigado por tanta suciedad y la lengua, apenas se ha acostumbrado a rústicos y precarios elementos...
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domingo, 22 de noviembre de 2009
MURALLONES

El paisaje urbano de Alta Gracia, se convierte en un vasto coto para el cazador de imágenes, una oportunidad única para descubrir itinerarios que lo lleven a diferentes momentos históricos: el legado jesuítico, la impronta inglesa, la huella inmigrante, el gesto nacionalista, la cita moderna. Sin embargo, todo el asombro que estos muros en su elegancia y elocuencia despiertan, se ve eclipsado por la aparición de otros muros edificados sobre los cimientos del temor, el individualismo y la arrogancia.
La luz se desmaya sobre insípidos murallones que ocultan jardines y edificios singulares como el antiguo hotel Londres/Oberá, en un fenómeno que podría asimilarse a la necesidad de poner límite a la hostilidad del entorno, constituido por una comunidad que cada vez se conoce menos.
En las viviendas, la seguridad perdió su libertad tras los bloques de cemento y la intimidad llevada al paroxismo expulsó las miradas a la calle, aislando al grupo humano que albergan, de la sociedad a la que pertenecen.
Pero el paisaje urbano, es un bien público, una construcción social que hace de la ciudad un espejo en donde se reconocen los caracteres que identifican a sus habitantes, es por este motivo el mayor recurso turístico de Alta Gracia y como tal debe preservarse. La profusión de estas insensibles intervenciones lejos de satisfacer la necesidad particular de seguridad e intimidad, solo contribuye a la degradación visual del patrimonio arquitectónico y a la inseguridad en la calle, que desprovista de la amable mirada del vecino, se convierte en tierra de nadie.
miércoles, 28 de octubre de 2009
ACROMÁTICOS
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Si la calle Córdoba al 500 se ha caracterizado por algo, ha sido por la serena armonía reinante entre sus vecinos. Lo que para muchos podría ser una monótona reiteración de ceremonias y coordinados claroscuros, es para nosotros, un orden basado en el respeto y la discreción.
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Nadie critica a la vecina de la esquina por no cuidar el jardín, ni al señor de al lado, por negarse a rasquetear el musgo de la alta fachada de su casa. A nadie molesta que las palomas aniden en nuestros árboles o que las hojas secas, se amontonen en la vereda; absolutamente nadie se inmuta ante la casona deshabitada al frente de
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Sólo una línea de sombra distingue una vereda de la otra. Nosotros, orientados al sur, hemos aceptado la penumbra y alguna ráfaga de viento como elemento distintivo. Ellos, orientados al norte, en un solidario gesto por compartir el silencio de la luz, han provisto a sus ventanales de pesados cortinajes y postigos.
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Si la calle Córdoba al 500 se caracterizaba por algo, era por su secreta admiración por las películas de Torre Nilson, hasta que apareció
El primero en traer la noticia, fue el pelado del almacén. Apareció con los ojos fijos y la calva empañada, nosotros lo atendimos sorprendidos: La señora estaba pintando la casona de color rosa calzón, con las molduras blancas y las puertas y ventanas de verde inglés. Luego vino la vecina de la esquina y a las corridas apareció Tía Jacinta, a tiempo de estrenar el famoso síncope, que por años había ensayado a escondidas.
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Semejante trastorno, impidió que los vecinos llegaran a un acuerdo, sobre lo que debía hacerse. El velorio de Tía Jacinta, fue el velorio de la calle Córdoba al 500, la despedida a nuestro equilibrio y un pretexto más para tomar represalias contra
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Al mes de su partida, la vecina de la esquina, plantó rosales y pintó la casa de celeste enagua y violetita. Semejante demostración de insensibilidad casi me pierde en una ola de furia. Ella, que había sido la más recalcitrante opositora a las ideas de
No pasó demasiado tiempo para que nos diéramos cuenta de algo: la calle Córdoba al 500 ya no estaba dividida por una línea de sombra, era la luz la que nos expulsaba de la vereda, entre grietas y manchas de humedad.
Sé que jamás llegaremos a esa exquisita apreciación del color, siendo esclavos del claroscuro, pero desde que en casa tenemos el Atlas del Color de Munsell, que nos prestara
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10 de octubre de 1994
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lunes, 27 de julio de 2009
MATADERO

se coagula el dolor de la carne.

de fantasmales matarifes…
presupone,

sábado, 27 de diciembre de 2008
TRIGO

despliego la intriga
de una marina ondulación,
enajenando a los montes
de su generoso cobijo,
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(el páramo resurge
con las lluvias).
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Y otras…
enarbolo los cetros
de una fugaz monarquía,
abdicando en los panes
el latido de la tierra,
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(la mesa resplandece
con las cosechas).
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