lunes, 17 de septiembre de 2012

CRÓNICAS

(De Fiambalá)
 
MARTES 11
 
La mañana que revela el árido esplendor del paisaje catamarqueño, ruinas de adobe que regresan a la tierra como los muertos, escasos arbustos para recordar que no hemos llegado en una expedición extraterrestre, los colores encendidos por la luz matinal en ascenso.
 

Una terminal de ómnibus que cumple la premisa del no lugar, boleterías cerradas, una atendida por la Virgen del Valle, carteles bilingües mal traducidos, un perro azul que nos da la bienvenida y el horror vacui vernáculo encarnado por monstruosos monumentos que descalifican la belleza natural del entorno.
 

Un taxista que desde la plaza del pueblo nos lleva hasta las termas, cruzando dunas y apachetas, ríos secos que testimonian la furia devastadora del agua ausente…
 
- Este es el Abaucán, hay que verlo cuando se enoja y juega a las bochas con las piedras, mire el tamaño que tienen, desde abajo se escucha el ruido que hacen cuando las arrastra.
 
El musical relato del taxista me deja entusiasmado. Habla de un río invisible que ama y respeta, lo siente parte de su vida.
 
- Acá tendrían que estar Pedro y Catalino, seguro que están arriba en las termas, le van a cobrar una entrada al complejo.
 

Llegamos a una quebrada flanqueada por cerros monolíticos y afilados como puntas de flecha, Catalino nos encuentra y nos conduce hasta una cabaña por escalinatas de piedra bajo la desflecada sombra de los algarrobos blancos. Minutos más tarde nos atrevemos a la pileta más caliente, la de 45 grados.
 
MIÉRCOLES 12
 
Dormir y despertar arrullado por el agua que corre, asomarse y tener los pliegues rocosos al alcance de la mano. Desde temprano la gente ocupa las distintas terrazas acuáticas, recorro por segunda vez la rústica conformación del complejo termal y descubro la dócil presencia de unos pájaros azules y amarillos que comparten la mesa con la gente. Su sociabilidad me deja sin palabras, se acercan, me miran como en un cuento infantil aguardan a que les saque una foto.
 

El almuerzo nos convoca en el comedor de las termas con una terraza que dispara visuales al infinito, aunque la pre Cordillera las intercepta más allá de una bruma sobrecogedora.

 - ¿Qué podemos comer hoy?
- Lo de siempre...
- ¿Y qué es “lo de siempre”?
- No sé… empanadas, locro de trigo, tallarines caseros con pollo, milanesas…
 

Cuesta sacarle al mozo el menú completo pero nos decidimos por el locro que esconde un generoso trozo de queso derritiéndose en una crema de texturas y acentos tradicionales sumamente deliciosos. Entonces aparece ella: La Psíquica...
 
- ¿Ya vieron los cóndores?
 
Y sin esperar respuesta se dirigió hasta el fondo donde le sirvieron una humita en chala. Entusiasmado llamo al mozo.
 
- ¿Por qué no dijiste que había humita?
- Pero si yo dije… empanadas, locro de trigo, humita, tallarines caseros con pollo, milanesas…
- No, no, yo escuché muy bien cuando enumeraste empanadas, locro de trigo, tallarines caseros con pollo, milanesas… pero de la humita en chala nada…
- Ehmm…
- ¿Qué estás esperando para traerme una?
 
Al rato me encuentro desvistiendo el manjar de su ropaje de chala, la humita está exquisita. La Psíquica nos sonríe y brinda desde su mesa, por la tarde avistamos sus cóndores.
 
JUEVES 13
 
Voy saltando de embalse en embalse, dejo que las cascadas golpeen mi espalda, acaricien mis brazos, me quedo flotando a la deriva mirando cómo los pájaros me espían uno se estrella contra mi pecho, cae al agua se despabila y sigue volando…
 

A la tarde trepamos un cerro cercano, nos quedamos contemplando el crepúsculo sobre el valle. Las nubes parecen sacadas de Júpiter, las estrellas atestan el cielo, los visitantes enciende asadores, descorchan botellas de vino, comparten aventuras, se hacen amigos. La Psíquica emerge de la piscina de 30 grados:
 
- ¿Ya vieron los zorros?
 
Y entonces recuerdo a las mujeres que al mediodía recogían las sobras de sus platos entre servilletas de papel. A la vuelta de nuestra cabaña aparece el primer par de orejas puntiagudas y luego la cola elegante que se eleva entre las piedras para descender casi hasta mi lado donde se encontraba la ofrenda dejada por las abuelas solidarias.
 

Una zorra con dos cachorros bajan cada noche a alimentarse de la buena voluntad de los viajeros.
 
VIERNES 14
 
Decidimos llegar hasta el surgente termal, la vieja cabra que habita en mí se despierta en cada salto, las cascadas se hacen cada vez más naturales y de ellas se desprende un vaporoso y cálido velo.
 

La altura hace de mi corazón un tambor enloquecido y el cielo parece estar cada vez más cerca, entre las espinas de los cactus y los brotes tímidos de los cachiyuyos. El hambre nos hace descender, por acortar el camino pierdo la estabilidad y aterrizo dos metros abajo a centímetros del agua hirviente…
 
- ¿Qué podemos comer hoy?
- Lo de siempre...
- ¿Y qué es “lo de siempre”?
- No sé… empanadas, locro de trigo, tallarines caseros con pollo, milanesas… Ah, hoy hay también pollo al horno.
 
Pero el pollo al horno resulta ser una inesperada y muy bien preparada suprema al champiñón. La Psíquica, envuelta en una salida de baño con girasoles, nos sonríe y pregunta.
 
- ¿Así que se van mañana? No se preocupen porque van a volver.
 
Con mi amigo Guillermo nos miramos sin poder responder, aprovecho para terminar mi copa de vino y servirme otra.
 

Al atardecer elegimos una de las piletas más tibias, pues es amplia y profunda. Mientras bebemos una cerveza llega el Equipo Catamarqueño de Sumo, comienzo a imaginar a dónde puede terminar ese encuentro, sin embargo la corrección política me lleva a abandonar las aguas luego de un diálogo semidesnudo bajo las estrellas donde me entero que la noche de Fiambalá se resume en dos puntos de interés “La Morocha” y “El Galpón”, aunque al último no me lo recomiendan porque se llena de borrachos, el mejor motivo para elegirlo como destino…
 
SÁBADO 15
 
La puntualidad de nuestro taxista es inquietante, la Psíquica nos despide desde la piscina de 32 grados con un hasta pronto.
 

Como es temprano para ocupar la habitación de la Hostería Municipal le pedimos que nos lleve hasta una bodega. Tizac me hace sentir que estoy en “El Gran Chaparral”, la chica que nos vende los varietales hace de Victoria Canon. Solo faltan los comanches.
De regreso al pueblo le pido a nuestro chofer que se detenga ante el cadáver de un auto y luego seguimos camino hasta Reserva India.
 

Y así es cómo conocemos a Fito, el platero del pueblo, nos muestra su taller y le encargo un anillo que promete tenerlo listo a las nueve de la noche.
Continuamos nuestro derrotero turístico por el Museo del Hombre, donde descubrimos una sala dedicada al montañismo de altura, otra a la cerámica diaguita-calchaquí, una a la minería local y la más importante a las dos momias halladas durante la construcción de la ruta al Paso de San Francisco.
 
- En esta sala no se pueden sacar fotos…
 
La guía desarrolla su relato y reparo en el notable parecido que guarda con una de las momias, me dan ganas de preguntarle si no cree que es una tatarabuela suya…
A la salida del museo, Fito el platero nos espera y me rapta:
 
- No todos los días llega un arquitecto al pueblo, así que necesito tu asesoramiento técnico en la casa que estoy construyendo, te prometo un anillo de putamadre.
 
Guillermo cree que estoy escribiendo mi propia versión de “El Señor de los Anillos” y recatadamente se queda en la Hostería Municipal, yo termino a orillas del río Abaucán mirando una enorme casa de adobe en construcción y sugiriendo un par de perfiles metálicos para prevenir los temores de derrumbe de Fito y Susana.
Quedo impactado por lo que las ventanas de esa edificación son capaces de abarcar…
 

La siesta en Fiambalá es un tiempo suspendido, el calor y una brisa que anticipa la llegada de “El Zondita” como lo llama cariñosamente nuestro taxista oficial. El pueblo se congela a alta temperatura, la siesta se impone y nada puede hacerse…
 
DOMINGO 16
 
Destinamos el último día a coleccionar postales locales: casas abandonadas, callejones polvorientos, viñedos de trama y urdimbre aún sin fructificar, ventanas cegadas, puertas centenarias, túmulos de adobes. Capillas por todas partes porque:
 
- Cada santo es una excusa para la fiesta, el vino y el acordeón al menos una vez al año y luego queda olvidado.
 

Durante el almuerzo descubrimos algunos diarios locales, una reseña nos sorprende:
 
“El agua de las termas mejora la salud psíquica…”
 
En otra página dedicada a los agradecimientos leemos:
 
“Agradezco a Gerónimo por unirme al hombre que amo y hacer que mi familia lo acepte. Juan D. Tinogasta”
 
No pudimos saber quién era ese Gerónimo, ni el perro azul de la terminal de Fiambalá nos pudo informar.
 

De regreso, la noche nos robó todos los colores catamarqueños del horizonte, pero yo me traje un anillo de plata nuevo...